(MUY IMPORTANTE: PROPUESTA DE MEDITACIÓN SÓLO PARA AQUELLOS QUE QUIERAN REALIZARLA. NO ES TAREA DEL COLEGIO. NO ES OBLIGATORIO)
Una de las cosas que nos ocurren y que no nos vienen nada
bien es vivir constantemente en el momento y en el lugar en los que no estamos.
Se podría decir que, de normal vivimos disociados. El cuerpo vive en una
dimensión espacio-temporal y la mente vive en otra.
Estamos haciendo algo y pensando, en otras cosas. Tenemos
una relación y construimos otras en nuestras cabezas. Mantenemos una
conversación y estamos recordando alguna conversación del pasado. La mente se
nos va, salta.
Si habéis ejercitado estos días, os habréis dado cuenta de
lo difícil que es mantener la mente atenta sólo en el aquí y en el ahora.
Constantemente se marcha. Como un potro desbocado y salvaje al que hay que
domar. Esa es nuestra tarea de aquí en adelante: embridar la mente para que, al
menos durante unos minutos, esté centrada en su realidad y no en otra.
Santa Teresa de Jesús definía a la imaginación como "la
loca de la casa". Y tener imaginación -y memoria- está muy bien. Pero su
labor es sólo iluminar nuestro presente. El pasado es irrecuperable y el futuro
impredecible. Sólo tenemos el presente. Si algo nos está enseñando esta
pandemia es que las cosas pueden saltar por los aires de la noche a la mañana.
Uno de los mensajes que más se repetía en la publicidad de
los últimos años era el de la seguridad. Nos vendían coches cada vez más
fiables, sistemas de alarma para nuestras casas, seguros sanitarios,
bucodentales, de vida, planes de pensiones... Todo consiste en controlar todas
las realidades que nos rodean. Cuidado. Alerta. Miedo.
Pero, fijaos, siempre puede llegar algo completamente
imprevisto e incontrolable que nos desbarate los planes. Las enfermedades, los
enamoramientos incontrolables, las quiebras financieras o los golpes de buena
suerte transforman nuestras vidas de raíz.
Meditar es contemplar el presente empezando por lo más
cercano, que soy yo.
Buen camino.
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