EL ESTADO DE BIENESTAR LO ES SI ES VIABLE.
IGNACIO GIL RUIZ.
15/04/2020
Las cifras no mienten, después de la crisis sanitaria nos vamos a enfrentar a una de las peores crisis económica de la historia y nuestro Estado del Bienestar está fuera de juego. Podemos teorizar ampliamente sobre las ventajas e inconvenientes de organizar la vida de la ciudadanía. La sensibilidad sobre el tamaño del estado con respecto a la capacidad económica de los contribuyentes determina una de las diferencias entre los partidos políticos, es una lucha entre liberalismo e intervencionismo propia de la sociedad de post-guerra europea. Lo que me sorprende y me deja atónito es que en esa construcción del Estado del Bienestar hemos perdido y pervertido su significado. El Estado del Bienestar no es un derecho, no se nace teniendo el derecho al bienestar... Solo será bienestar si es viable, todo lo demás es una soga al cuello que tarde o temprano nos va a ahogar.
Es uno de esos momentos en el que los Estados deben demostrar su verdadera esencia, su capacidad económica para poder soportar los efectos de la crisis, capacidad para soportar cifras altas de desempleo junto con ingresos fiscales reducidos sin que por ello se vean perjudicados la prestación que servicios que se han atribuido en casi monopolio. Esa es la teoría, la realidad es bien distinta. España tiene limitado su margen de maniobra por la deuda.
La deuda es la bestia que dejamos crecer dentro del Estado del Bienestar y nos devora. Lo que no se quiso hacer años atrás por miedo a perder poder, vamos a hacerlo ahora, da igual lo que votemos, cualquier gobierno estará limitado. Conoceremos el verdadero significado de lo que son recortes y no cesarán hasta que matemos a la bestia; y así, en la siguiente pandemia, además de prevención y mascarillas, tendremos una oportunidad de poner una pica en Flandes y hablar de bienestar por derecho y no por obligación.
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CORONAVIRUS, ESTADO DE BIENESTAR, RENTA BÁSICA Y COMUNIDAD.
PALOMA BRU. MANUEL BASAGOITI.
17 ABR 2020 08:22
La crisis del coronavirus, que el 14 de marzo de 2020 provocó en España la declaración de estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria, ha desvelado, no sólo nuestra vulnerabilidad y mutua interdependencia, sino también la importancia en nuestra sociedad de la familia, los amigos, la vida en comunidad. En apenas una semana nuestra vida (laboral, social, familiar y comunitaria) se vio radicalmente alterada; y dio para pensar...
La coyuntura de emergencia sanitaria también nos obliga a pensar en esta pandemia como un “analizador” de los graves problemas sociales y económicos —de carácter estructural— de España y de los efectos más dramáticos que la crisis hizo (y hará) emerger. Es evidente que los recortes sufridos por el sector sanitario durante la última década han generado carencias de personal, infraestructuras y material que ahora ponen en relieve la incapacidad del sistema de afrontar una situación como esta. No obstante, nuestros profesionales sanitarios afrontan la situación con enorme profesionalidad, resolución, fortaleza y mucha valentía.
El confinamiento ha visibilizado el hecho de que no todos estábamos en la misma situación ni teníamos las mismas condiciones económicas, residenciales y materiales para afrontar la cuarentena: familias pobres en infraviviendas (o en situación de hacinamiento) y en entornos vulnerables, hogares en situación de pobreza energética o sin acceso a internet, personas sin hogar, menores extranjeros no acompañados, personas con discapacidad, dependientes, refugiadas, trabajadoras pobres, precariado...
Visibiliza lo que los informes Foessa llevan denunciando años. Desde la crisis del 2008 la brecha de desigualdad económica en nuestro país ha ido en aumento y nunca ha vuelto a los índices de la época de bonanza. Las crisis (y esta también es una crisis económica) han sido aprovechadas para devaluar el nivel de calidad de vida del conjunto de la población y especialmente para ensanchar la distancia social entre ricos y pobres.
Las crisis (y esta también es una crisis económica) han sido aprovechadas para devaluar el nivel de calidad de vida del conjunto de la población y especialmente para ensanchar la distancia social entre ricos y pobres
El auténtico reto está en un abordaje común que contemple las diferencias, la diversidad de situaciones. Y aquí es donde se hace imprescindible dar protagonismo a un enfoque comunitario.
Pero un abordaje comunitario tampoco es suficiente si no se reactivan medidas políticas y económicas que den respuesta a las desigualdades estructurales que venimos comentando y que necesariamente deben ser corregidas para permitir que la población salga adelante durante y después de esta crisis.
Son necesarias medidas que garanticen la protección social y aseguren alguna fuente de ingresos que permita, tanto a las personas con empleos precarios e inseguros como a las desempleadas, mantenerse a flote
Hay que aprovechar pues la coyuntura —emergencia de un debate ideológico que se inclina favorablemente hacia las propuesta del “new deal”— para restaurar un Estado Social fuerte, garante de —todos— los derechos sociales y de unos servicios públicos de calidad (salud, servicios sociales, garantía de ingresos…) y sostenible, a través de una recaudación de ingresos más justa y progresiva (reforma fiscal) y un incremento de la inversión pública (gasto social).
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