(MUY IMPORTANTE:
PROPUESTA DE MEDITACIÓN SÓLO PARA AQUELLOS QUE QUIERAN REALIZARLA. NO ES TAREA
DEL COLEGIO. NO ES OBLIGATORIO)
Los que hacéis habitualmente algún ejercicio físico me
entenderéis. Y los que lo habéis intentado en innumerables ocasiones y siempre
habéis terminado por abandonar, también me entenderéis.
Los primeros, los gimnastas, han
experimentado por sí mismos que el cuerpo es muy agradecido. Superado un primer
periodo de adaptación al ejercicio físico exigente, los músculos y los
tendones, los ligamentos y hasta los huesos empiezan a responder correctamente.
Los pulmones comienzan a ser capaces de bombear todo el oxígenos que nuestras
esforzadas células requieren y el corazón se adapta a las nuevas exigencias.
Como una maquinaria, el cuerpo parece autoengrasarse y comenzamos a disfrutar
de los esfuerzos que, tan sólo unas semanas o meses atrás, nos mortificaban.
Los segundos, aquellos que habéis probado uno y mil
deportes, os habéis apuntado a gimnasios, habéis hecho planes de rutinas
gimnásticas y siempre habéis abandonado en medio de una sensación de derrota de
la que os ha costado recuperaros, sabéis que las cosas cuestan y que nuestro
peor enemigo es nuestra propia cabeza que nos dice: para, ya está bien, no
tienes necesidad.
Bien, el interior, nuestro interior, nuestra profundidad, es
igual. Comenzar a meditar, al principio, si uno tiene ganas, es como un
deslumbramiento. Uno empieza parando cinco, diez, quince minutos y se crece.
¡Qué bien me siento! Pero, ay, la rutina, el mantenimiento de un hábito una
semana detrás de otra, de un mes detrás de otro, de un año detrás de otro es
una historia diferente.
Probamos con meditación, yoga, mindfullness... Al
principio todo parece ir bien, pero llega un momento en que nuestro interior,
como el cuerpo cuando empezamos a hacer gimnasia, se queja. Nuestra mente desea
que la dejemos en paz con sus rutinas de prisas, experiencias, sueños,
frustraciones. Está, por así decirlo, cómodamente instalada en la incomodidad.
Parece un juego de palabras, pero no lo es. Como esas personas que sólo parecen
ser felices siendo infelices, así es nuestra mente ajetreada.
Y aquí no hay aplicaciones de móvil ni complementos
alimenticios que nos ayuden. Cuando tu mente te diga para, debes imponerte
sobre ella. Calla. Respira. Vuelve al silencio interno y externo. Vence.
POSTURA, RESPIRACIÓN Y SILENCIO.
Buen camino.
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