Parece obvio, ¿no? Lo es: hubo un antes,
hay un durante y habrá un después de este episodio trascendental
-históricamente- que nos asola. No es, pues, un hecho más. Si bien es cierto
que habrá vida una vez que pase, posiblemente estemos ante un punto de
inflexión para muchos aspectos de nuestra vida.
Supongo que, sanitariamente, saldremos
de ésta como hemos salido de otras pandemias a lo largo de la historia -gripe
de 1918, peste negra-. Lo que hace siglos nos mataba como especie, hoy no pasa
de unos días de cama y reposo en la mayoría de los casos. Pero no soy médico,
ni virólogo, ni inmunólogo. No voy a hablar de lo que no sé.
Lo que sí voy a intentar es enfocar el
escenario que se nos presenta desde os conocimientos económicos que compartimos
ya. Incluso, voy a intentar hacerle un guiño a la Física y a la Filosofía. No
parece pequeño, pues, el empeño.
ANTES.
La economía española adolece
de una estructura demasiado terciarizada. Una parte muy importante de nuestro
PIB procede del turismo y del consumo interior.
Poca industria -menos de la mitad de lo que nos debería corresponder por
nuestro grado de desarrollo- y poca agricultura -esa sí, como corresponde a un
país como el nuestro, dentro de la UE-.
Esta dependencia del turismo
y del consumo interior, de la hostelería y de la construcción, ya nos dio
muchos problemas cuando sufrimos la última crisis. Las obras pararon, las
hipotecas se dejaron de pagar, los obreros se fueron a la calle, el miedo
cundió por doquier y el consumo se retrajo. Más gastos y menos ingresos para
las administraciones públicas. Recortes. Indignación. Cambio político.
Las huestes de la
"clase media" -aquellos que pueden procurarse una vivienda en
propiedad, algo de ahorro e inversión y gasto- se vieron severamente mermadas.
Del agujero salieron menos de los que entraron y, desde luego, más pobres.
Además, se encontraron que, tras el lapso 2008-2015, el mercado de trabajo no
era igual que años atrás. La "uberización" había llegado para
instalarse: falsos autónomos, contratos temporales y salarios a la baja con los
cuales era ya imposible llegar a fin de mes manteniendo el nivel de vida previo
a la crisis.
Encima, además de más
pobres, de este septenio largo salimos más viejos. La pirámide de población
española es suicida. No somos capaces de reponernos a nosotros mismos. Y
envejecemos como sociedad. Los primeros del Baby Boom están a las puertas de la
jubilación y no hay manera de pagarles con las cotizaciones sociales actuales
de los que trabajamos -mucho más difícil de hacer será con las cotizaciones de
los que vienen detrás-.
Los jubilados son más, viven
más años y cobran un salario medio mayor que hace una década. Y esto último
ocurre porque las últimas generaciones que están llegando a la jubilación han
cotizado por sueldos más altos que los de hace décadas. Y a más cotización, más
pensión.
Por último, España se ha
dotado de una estructura administrativa pública con tres y hasta cuatro niveles
-municipal, provincial, autonómica y estatal-. Esto ha tenido -y tiene-
muchísimas ventajas, pero también algunos inconvenientes. Y estos
inconvenientes se traducen en gasto público.
En resumen de todo lo descrito anteriormente: sale más y entra
menos en las arcas públicas. Déficit público y más intereses que pagar.
DURANTE
Y en medio de estos polvos
llegaron estos lodos. Todo iba saliendo adelante de aquella manera, con sus
problemas y sus parches, hasta que llegó el COVID-19. Mascarillas, guantes,
contagios, hospitales, UCIs, colapso, confinamiento. Y confinamiento es sinónimo
de parálisis económica.
Turismo cero, consumo bajo
mínimos y de supervivencia y sectores
enteros sin facturar un solo euro. Entre ellos, los sufridos autónomos.
ERTEs, suspensión de pagos
de alquileres y préstamos. Cierres. Paro repentino de más de un millón de
trabajadores.
La bolsa reaccionó, cómo no:
las órdenes de venta se fueron a infinito y las de compra a cero. Como
consecuencia, los precios se desplomaron.
Europa reaccionó. El Banco
Central Europeo -y ahora la Reserva Federal de EEUU- permitieron el gasto sin
medida de los estados miembros.
Y, entre otras cosas, para
ello, le han dado a "la máquina de hacer dinero" para conceder
préstamos a coste casi cero. El mercado necesita liquidez porque el Flujo
Circular de la Renta se ha infartado. No fluye el dinero, el sistema
circulatorio no riega a los agentes económicos ni los dos mercados.
Y, en medio de este caos,
suceden cosas extrañas como que el precio del petróleo se desploma porque la
oferta amenaza con colmar los depósitos de crudo disponibles, que China está
comprando a precios irrisorios ese petróleo -¡y en yuanes, no en dólares!...
Resumiendo muy mucho, la
cadena comercial de este mundo globalizado ha saltado por los aires. No trade, no money.
EL DESPUÉS.
Todos hemos estudiado las
cosmovisiones científicas de la realidad.
Con la brocha gorda de
pintar, sintetizo y recuerdo algo que me interesa mucho para relacionarlo con
el tema de la globalización que acabamos de terminar.
¿Recordáis que la Física dio
un salto cuantitativo y cualitativo a finales del S.XVII con la Teoría de la
Gravitación Universal de Isaac Newton? Bajo el potente haz de luz que emanaba
de esta teoría, el ser humano podía comprender las principales leyes que regían
el comportamiento de los cuerpos.
Pero, ay, Albert Einstein
formula a principios del S.XX una teoría que viene a puntualizar y modificar
estas leyes que se creían universales. Una cuarta dimensión entra a formar parte
de la ecuación -el tiempo- y...cuadrivelocidad, tensores. El espacio y el
tiempo son relativos: dependen del sistema en que se integren y de la velocidad
de éste. Y, además, el espacio no es recto, sino curvo.
En resumen: las teorías de
Newton son sólo aplicables a pequeña escala, no a escala de macrocosmos. Sólo
se aplican a lo que percibimos por los sentidos.
Y es aquí donde conectamos
con la globalización -es sólo una hipótesis, claro: ni hay tesis ni va a haber
antítesis. Puede que no pase, pues, de una mera ocurrencia- . ¿No podría ser
que las leyes económicas que hemos estudiado hasta el momento no tengan la
misma aplicación en un mercado macro -globalizado- que cuando fueron formuladas
-en economías de escala comprensible-? Por ello estarían sucediendo cosas
incomprensibles para nuestra razón, como que los tipos de interés o la deuda de
los países, ¡o incluso el precio del petróleo a futuros!, se vuelvan negativos.
Esto, simplemente, es irracional, pero sucede. Y el hecho de que no logremos
meterlo dentro de nuestro esquema mental implica que obedece a reglas no abarcables
por el inversor común. Y si no se comprende, el mercado puede caer totalmente
en manos de quienes sí poseen las herramientas adecuadas para manejarse en este
nuevo escenario.
Ya os digo que no pasa de
una mera hipótesis que ni sé, ni puedo, ni voy a contrastar. Sólo puedo esperar
a que el tiempo me desdiga -que espero que sí-, pero mientras tanto me
entretengo relacionando aspectos aparentemente no conectados del conocimiento
humano.
Como diría Woody Allen: me
interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida.