Hemos sido engañados: las oficinas abiertas no hacen más productivo el empleo.
Reducción de costes, mejora de la productividad, aumento de las interacciones entre los empleados, favorecer la inteligencia colectiva y las sinergias entre los distintos departamentos, crear espacios igualitarios... Estos son algunos de los motivos por los que ciertas empresas llevan, desde hace ya algunos años, apostando por las 'oficinas abiertas'. Es decir, por eliminar despachos, cubículos, tabiques y puertas en sus sedes bajo la promesa de aumentar la eficiencia y, con ello, la cuenta de resultados.
Las 'open offices' nacieron por necesidad —compañías jóvenes, carentes de recursos, de sectores todavía emergentes— aunque no tardaron en convertirse en una tendencia global que hoy ya excede la mera cuestión económica.
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